Estoy tratando de averiguar por qué cuando mis esporádicos tripulantes hacen click en "Seguir leyendo", el bendito vínculo no funciona, incluso a mí me pasa. Se suele arreglar cuando le dan actualizar a la página pero a veces el problema persiste. Sí todavía tienes curiosidad de leer la pachotadas que escribo también puedes darle click al título de la entrada para leerla completa.
Y como suelen decir: "Estamos trabajando para servirlo mejor. Muchas gracias por su comprensión".

Marilia Navegando

jueves, 27 de marzo de 2008

PEQUEÑOS detalles por los que te quiero chotear

Pasa el tiempo y los años nos enseñan no hay hombre perfecto.
El príncipe de la Colina nunca existió, era el tío William, Albert, un pata viejo con look de andrajoso que nunca se afeitaba, ahh pero de corazón muy grande (recuerden que adoptó a Candy). Y el hombre perfecto para ella resulta ser más bien un chico imperfecto: Terry, qué churro era ¿no?, era el rebelde, fumador, orgulloso, burlón, pero sensible y sincero (se quedó con Susana... ches...).
Cuando descubrimos ciertos defectos en el otro y aún así lo aceptamos, es cuando uno empieza a amar, porque ¡vamos! sólo mirémonos al espejo: no somos perfectas.

Así pues, creo que en mi vida que me he enamorado hummm... tres veces. La primera: de mi primer novio Ignacio, claro está. Tuvimos una relación saludable, llena de tranquilidad, confianza y comprensión que cuando acabó, si bien me dejó muchas lágrimas, me dió algo más importante, una amistad que dura hasta hoy. La segunda vez: me enamoré de un ser que yo describiría como celestial, la versión masculina de la Beatriz de Dante Alighieri, nunca fuimos novios pero Joâo y yo tuvimos un fugaz romance que sólo duró los escasos 10 días del viaje que hizo que nos conociéramos, poco más de una semana bastó para quedar prendada de él y resucitada de mis despechos. Y la tercera: de uno de mis mejores amigos, Julio, con el que nunca tuve nada "¿Ni un chape Marilia??", "Ni un chape..." la explicación fue que nos enamoramos a destiempo, primero uno del otro y cuando uno tiro la toalla, el otro se enamoró... Ironías de la vida.

Entonces... ¿de qué quería escribir? ¡Ah! Ah ya... (Gracias, si aún estan leyendo). Luego de estos tres enamoramientos, además de los otros dos novios que tuve y a los que creí amar, uno en un arranque de lástima y el otro de aferración, pues se acaba por aprender,a tolerar, a comprender, a aceptar, a apreciar, en suma a amar...

Por eso nunca tuve reparos en empezar a salir Juan, a pesar de los comentarios que me hicieron "¿Con el feo?? No pues Mar, tú das para más...", "Está medio maltratadito eh... ", "¿Cuál ese? Pucha parece tu tío jaja...". Hice caso omiso, si bien era cierto que Juan no era un Adonis, tenía otras cualidades que me hacían considerarlo como un potencial prospecto. Juan no era perfecto, pero era un chico inteligente, cuántas veces flotando en el aroma de un café mantuvimos las más interesantes conversaciones; era estudioso en la universidad y ahora muy trabajador, siempre preocupado por hacer bien las cosas y cumplir a tiempo, no por nada recién egresado consiguió un puesto altísimo en una de las empresas más prestigiosas de la Lima; divertido y bohemio, no se hacía problemas en quedarse tomando un vino, o esperar la madrugada bailando. Está demás decir que congeniamos de inmediato. Yo solía pensar que si me hubiera dejado llevar por los comentarios no habría tenido oportunidad de conocer a un chico tan especial, y, mirándolo bien, feo, feo no era, era más o menos, ¡salud! no era un churro, era normal, no es de los que te hacen girar la cabeza, ¡salud! es más tenía bonita nariz, buen porte, era lindo... ¡salud! a esa conclusión llegué luego de acabar con él una botella de vino en La Posada del Angel. Supongo que leyo mi pensamiento, porque en ese instante se acercó y me besó. Al poco tiempo escuché sus tequiero, teextraño, y los memuerodeganasdeverte.

Como dije al inicio, pasa el tiempo y nos damos cuenta que no hay hombre perfecto. Pero no hay que decepcionarnos, basta con ser tolerante.

Desde finales de febrero hasta ahora nos estamos frecuentando, nuestros amigos creen que somos novios y nosotros no lo desmentimos... "los dos cogidos de la manos por las calles, y regalándonos mil besos en cada rincón..."

Sin embargo vuelvo a repetir no hay hombre perfecto. Y para que vean que el titulo tiene que ver con lo que escribo en el post procedo a anunciar ¡Que paaaseeen los pequeños detalles!

PEQUEÑO detalle número uno:
¿No sabes cómo llegar a mi casa? Yo te recojo en el paradero, dije en el celular. ¡Hola!, le di un beso en los labios y tomándolo de la mano entusiasmada empecé a contarle, te voy a llevar a una pastelería de acá por mi casa donde venden unas tortas riquísimas, de vez en cuando como ahí, son buenazas... ¡Espera! me dijo, ¿qué haces? respondí, se estaba agachando como para amarrarse los zapatos... ¿pero qué? ¿qué es lo que veo? Juan se sacó un par de billetes azules de la media, lo miré estupefacta, es que yo no sé que tan tranquilo será tu barrio pues, derrepente me asaltan... por eso pongo ahí mi plata , dijo en un tono despectivo.

PEQUEÑO detalle número dos:
¿Y si vemos una película? decía un mensaje suyo. ¿Nos encontramos en Cineplanet a las 8 p.m.? Perfecto. Besitos! Caminando del brazo y distraída por las luces multicolores de las tiendas lo escuché decir que cuánta gente, que qué fastidio, que qué calor, que qué ajetreo... entonces vayamos por las entradas, sugerí sonriente. No hay buenas películas... claro que sí... se acercó a la caja conmigo sostenida de su cintura y faltando una persona para que lo atiendan, se metió la mano al bolsillo empezó a contar las monedas en la palma y sentenció: "No me alcanza... vamonos a caminar nomas".

PEQUEÑO detalle número tres:
¡Tengo una buena noticia! A ver ojos lindos, dime... ¡Me han dado una beca para hacer un curso de especialización! ¿en serio? Sííí, ¡me seleccionaron!, lo voy a llevar por tres meses y será todos los sábados de 8 a 12m... ¿qué te parece? ¡Ya te fregaste!, ahora no vas a poder salir los viernes conmigo... dijo fastidiado.

PEQUEÑO detalle número cuatro:
No creo que nos podamos ver este sábado porque tengo que acabar de corregir unos trabajos, ¿qué tal el domingo? Esta bien, no hay problema. A las 3 a.m. mis sueños fueron interrumpidos por un número desconocido que me reclamaba en el celular. ¿Sí?, Balbuceé, ¿Marilia?, Sí, ella habla... ¿Cómo estás linda?, Durmiendo ¿Quién habla?, Ah ya... uno de tus admiradores, ¿Quién?, Adivina pues... di nombres, no, no sé, dime quien eres, adivina, no, dime quien eres, no, esta bien te dejo dormir, chao.
Luego de una semana se me ocurrió comentarle, No sabes Juan, la otra vez me llamaron de madrugada de un número desconocido... Eh... sí, era yo, ¿tú?, Quería saber a dónde te habías ido... Pero te dije que me quedaría trabajando... ah pero uno nunca sabe con las mujeres pues.

PEQUEÑO detalle número cinco:
¿Vamos al Cocodrilo Bar?, hummm no... me da flojera (no vaya ser que no le alcance como en el cine), oye vamos, ¡los tragos son buenos ahi!, no, hay que quedarnos acá viendo una pela en mi casa, ¡vamos!, sabes qué... si estas gastado no es necesario que vayamos ahí... ¿¿¿Qué??? ¡¡¡Pero si acabo de cobrar!! Mira, mira, sacó su billetera y me la mostró, oye ¿qué te pasa? yo no quiero ver tus billetes, ¡pero vamos pues!, hummfff, ya ok, vamos... ¡pero no te engrías pues ojitos! ¡vamos a divertirnos!
En la madrugada, de vuelta a mi casa, chao Juancito, gracias, al final creo que la pasamos bien ¿no? Sí... oye Marilia, que, ¿me prestas cinco soles para mi pasaje?

Tripulantes: hice una lista de quince detalles, pero, creo que ya no vienen al caso contarlos. La conclusión es que por más que me quiera Juan, por más buena gente que él pueda ser.
No me imagino.
Por más tolerante y comprensiva que yo trate de ser.
No me imagino.
Bien dije y repito no hay hombre perfecto, pero no puedo seguir saliendo con él.
No me imagino lidiando con un novio así.

La ilusión y el romanticismo inicial se han acabado, fueron aniquilados por estos detallitos como si se trataran de pequeños virus que enferman y matan a un gigante, tengo que decirle que ya no lo aguanto, QUE YA ME LLEGÓ, no, mejor sólo le digo que debemos dejar de vernos... no sé que pretexto usar, no sé si decirle o no de todas estas situaciones que tanto me joden: mostrarme la billetera... ¿¿¿Dónde se ha visto??? (esa frase es de mi abuela) pero siento que explicarle no tiene caso, este ejemplar es así y no va a cambiar.

Hemos quedado en vernos este fin de semana.
Ya les contaré.

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martes, 11 de marzo de 2008

No estoy loca, Dr. Psiquiatra…

…el niño se encuentra en una fase exploratoria de su cuerpo, se está conociendo y es natural que le dé pena, que es muchas veces confundida con miedo por los padres, por el eso el niño no quiere hacer sus necesidades en el inodoro, porque ahí ve cómo su excremento se va por el water, y como para él eso es parte de su cuerpo, le da pena, tristeza, ¡angustia! ver que tiene que alejarse de sus heces: por eso los padres debemos ser comprensivos y explicar a nuestros hijos que esta bien dejar ir al excremento y es más hasta se les puede decir que se despidan de su caquita para evitar frustraciones posteriores, chau, caquita, chau…
¿Despedirme de mi caca? ¿Juat de jel? O mejor dicho ¿Qué demonios he escuchado decir al psicólogo? Muchas gracias por esta interesante intervención y aquí terminamos el programa, no se olviden amigas, mañana conversaremos sobre los niños hiperactivos… Apagué el televisor, yo sólo tenía 13 años pero me quedé pensando ¿despedirme de la caca? ¡¡FUERAAAA, puaj!! ¡¡Nada que ver!! Hoy regresa a mi memoria el episodio y les digo: admiro la psicología como ciencia y ante cualquier eventualidad no dudaría en buscar los consejos de un profesional pero es el argumento más incoherente que es escuchado: despedirse de la caca para no entristecerse, a ver pues, que levante la mano quien no lloró un adiós…
Pues yo les digo, de muy chiquita prefería hacer pis en la bacinica ¿por qué? Porque me daba miedo caerme por el inodoro, así de simple, luego entendí que eso sería imposible. He ahí la explicación.

Yo diría que de todas las veces en que me he encontrado en una disyuntiva, el 90% de ellas ya sé qué debo hacer, cuando busco el consejo de alguien, en el fondo ya sé cuál decisión que debería tomar y cuáles son mis sentimientos, ojo no me panudeo, sólo que en mayor parte son tan bochornosos, ridículos y tal vez poco sinceros que me cuesta admitirlos. Así como me costaba admitir que tenía miedo de caerme por el water, ahora me cuesta admitir que tengo ganas de estamparle una patada a mi hermana, me cuesta admitir que salgo con un chico sólo por aburrimiento, me cuesta admitir que me gana la flojera, etc, etc, etc y muchos etcéteras más. Mientras tanto invento mentiras blancas como que el inodoro es muy alto, mami; o, que mi hermana es una chinche insoportable, o que estoy confundida por eso no dejo de llamarlo, o que tengo tanto pero tanto trabajo… y seguro que para muchos psicologos es parte de su profesión descubrir que hay detrás de todas estas justificaciones.

Por eso aquella tarde cuando vi llegar lo inminente pero no imposible, me encontré dentro de ese 5% restante porqué sentí una pena al parecer inexplicable. No temía que mis padres me hayan dejado de querer, ni mucho menos ser la culpable del asunto, sólo sentí lástima. Debió haber sido porque los sentimientos son diferentes según la edad que tengas cuando tus papás te dicen que se van a separar, yo con 17 años, sólo me quedó sentar mi cabeza y callar. Pasaron los días y las semanas, en casa había un ambiente a velorio recién mudado, y yo aún me encontraba descubriendo a cuál era el origen del sabor este trago amargo.

Señores psicólogos acá les alcanzo una explicación a ver si les ayuda en el tratamiento de un adolescente confundido.

En la Pre San Marcos luego de mi clase de Lógica, ví entrar al profesor de Química, en vez de tomar la siesta acostumbrada al fondo del aula, tome una hoja y me dediqué a hacer simples premisas cómo: me da pena que mis papás se separen, ¿por qué? Porque ya no podremos estar juntos, pero… hemos pasado juntos la navidad y el cumpleaños de mi papá. Entonces… volvamos al inicio: me da pena que mis papás se separen ¿por qué se han separado? Porque se pelean mucho, porque ya no se llevan bien, porque ya no están enamorados… porque ya no están enamorados, enamorados, dije con resignación. En consecuencia, si se casaron y se juraron amor eterno frente a un altar y ahora ya no están enamorados, quiere decir que –de acuerdo a las supuestamente siempre acertadas novelas mexicanas- mis padres no eran el uno para el otro, y si no eran el uno para el otro, quiere decir que, dibujé una flecha entre las oraciones, lo que tuvieron no fue amor verdadero. Por lo tanto, si se hubieran conocido mejor y se habrían dado cuenta que no eran la media naranja del otro, seguramente habrían terminado casándose con otra persona y habrían tenido un matrimonio mucho más feliz y duradero. Y como producto del matrimonio de mis padres nacimos mi hermana y yo… veo como resultado que nosotras ¿qué fuimos? ¿Consecuencias de un error? Por más ridículo que parezca terminé cuestionando mi propia existencia y he ahí la real explicación de mi tristeza. ¿Estaré loca? Pensé llegando a casa. Encendí la radio buscando una respuesta: No estoy loca, Dr. Psiquiatra, no me diga tonterías, Dr. Psiquiatra, yo le pagaré la cuenta, Dr. Psiquiatra... me reí entre lágrimas por la coincidencia. Veía con impotencia el duro tramo que estaban atravesando mis papás y me preguntaba si hubieran tenido oportunidad de elegir mejor, seguramente no estarían pasando por eso, pero lo que más me dolía era pensar que de haber ellos elegido mejor yo no habría existido.

Nunca –hasta hoy- le dije a alguien mis conclusiones, ni siquiera consulté un psicólogo (seguro debí hacerlo). Luego, por supuesto, encontré mis propias explicaciones de consuelo: que la duración de un matrimonio es una convención social, que no necesariamente es una separación es un fracaso, que mi hermana y yo no somos errores, que fuimos fruto del amor de mis papás, que si yo no hubiera existido, quién habría sido la mejor amiga de Mónica, quién habría evitado que a Fiorella la atropelle aquel auto, quién le habría arrancado tantas carcajadas a mi mamá, quién había cuidado de los geranios tan lindos del jardín y quién etc, etc (y más etcéteras como dije antes).

Sin embargo en una ocasión almorzando con mi familia paterna, un tío le dijo a mi padre: “Leo, no está en forma porque nunca juega fútbol, jaja, hubieras tenido un hijo más, un varoncito pues para que te tenga en fá!” le siguieron las risas de los presentes, no sé que tan pertinente o no fue el comentario de mi tío pero mi papá sin inmutarse y sonriendo dijo: “No, mano, para qué, yo no cambio absolutamente nada de lo que tengo” y me tomó cariñosamente de la mano observando a mi madre que lo miraba con aprobación desde el otro extremo de la mesa.
Ese día olvidé todos mis análisis lógicos y mis conjeturas, un inmenso alivio se apoderó de mí, por fin el trago amargo había pasado.

Ya han pasado casi 8 años, mis padres siguen separados y no guardo expectativas de que regresen, “Simplemente hija, no es lo ideal pero es lo mejor” me había dicho mi madre, ahora veo que tuvo toda la razón.

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lunes, 3 de marzo de 2008

Esas cosas que me alegran la vida

Hubo un momento en la secundaria en el que llegué a tener como cuatro Slams para llenar en mi velador. Vivíamos una fiebre por los Slams, todas queríamos tener uno, y no dudábamos en repartirlo por doquier, y mí me encantaba llenarlos. Para quienes no saben de qué se tratan dichos cuadernitos, son una especie de cuestionario que llenan tus amigos contestando a las más singulares preguntas desde cómo te llamas hasta si has consumido drogas (recuerden que era una chiquilla de secundaria).


Una de las preguntas recurrentes siempre era: “¿Qué es lo que más te gusta hacer?”, a lo que yo siempre contestaba: “escuchar música, salir con mis amigos, conversar...”. Es cierto me gusta por ejemplo: leer, ir al cine, chatear, me encanta comer, dormir por las tardecitas, tocar la guitarra...

Pero dada la entrada anterior, de veras me pregunto ¿Qué es lo que más me gusta hacer? ¿cuáles son las cosas que me alegran la vida?. Luego de haber visto “Amelie” me inspiré e hice esta pequeña lista:

1. Me gusta cuando mi papá se ríe: Me gusta sobre todo cuando sé que yo he provocado esa risa. Debo mencionarles que mi padre es un hombre muy serio, sólo en ocasiones familiares y con gente de mucha confianza libera su lado cómico, que se limita a comentarios sutiles por lo que supone un reto para mí hacer que suelte una carcajada.

2. Me gusta mirar cómo se combinan los colores de las témperas y también aquellos dos primeros segundos en el que la leche evaporada cae sobre el agua y se disuelve: Son momentos fugaces. Cuando el amarillo se une al azul y empiezan a entremezclarse haciendo un túnel bicolor cuyo fondo da paso al verde, o la nubecita acuática tan bien definida que producen las primeras gotas de la leche evaporada sobre el agua caliente de mi taza invadiendo todo de blancura. Son instantes irrepetibles y cortos.

3. Me gusta cuando le caigo bien a un niño: Mi poca experiencia y contacto con pequeños hace una sorpresa que mi amiga me diga que su hija Jimenita me envía un dibujo. Sucede que no siempre tengo ángel para para los niños, no es que sea mala simplemente me resultan indiferentes. En consecuencia me hace feliz la extraordinaria ocasión en que resulté agradable para un infante gracias al incontrolable y muy ocasional instinto maternal que llevo conmigo. Esto me demuestra que después de todo yo también tengo mi corazoncito.

4. Me gustan las señales (o creer que existen): Si luego de esta cita él me envía un mensaje diciendo que la pasó bien es porque algo lindo sucederá entre nosotros. Si encuentro a mi perra esperándome feliz en la puerta de la casa, es porque algo bueno me va a pasar antes de acostarme. Voy a prender la radio y la canción que salga me aconsejará sobre lo que debo hacer. A veces funciona, a veces no, pero me gusta jugar un poco con el destino.

5. Me gusta observar cómo los padres miran a sus hijos: Es inevitable, todos ponen cara de incredulidad… en una oportunidad, presencié las accidentadas actuaciones infantiles por el día del padre en un jardín de niños: los papás, por más serios que lucieran al llegar, terminaban conmovidos hasta decir basta. O cuando una vez subió al bus una muchacha seguida de su madre, mientras buscaban asiento la señora no dejaba de mirar el andar de su hija con conmoción y orgullo. Ver estas situaciones me enternecen y me pregunto si yo seré así algún día.

6. Me encanta burlarme de la gente: ¡¡¡Lo confieso!!! Me gusta burlarme de mis amigos, y de la gente en general. Claro de buena gana, sin ánimo de humillar o hacer sentir mal a alguien, pero vamos! Es tan rico soltar un comentario burlón. Y para qué, tengo que admitir que tengo buena correa para las bromas, si no qué seria Con tantas venganzas pendientes sobre mí?

7. Me gustan mis ojos, mis manos y mi ombligo: Eso.

8. Me gusta mirar el parecido entre un padre y su hijo: Tiene la misma nariz del papá y los ojos de la mamá, no, más bien tiene la cara del papá y los ojos de la mamá... pienso mientras los examino en la cola del supermercado. No importa la edad que tenga el hijo/a y sus padres, es curioso ir detectando y acertando los rasgos de uno con el otro, como si se tratara de un juego de match. A veces hasta la manera de caminar y los ademanes son los mismos.

He aquí mi lista, por lo pronto es lo que se me ocurre si hay más tal vez haga una nueva entrada, ¿y ustedes tienen algo singular que les alegre la vida?

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